A raíz de las pláticas de este blog, que hasta ahora ha sido poca, he ido recibiendo mucha información: contactos con otros escritores que no me conocían, otros que sí me conocían [poco] de antes de esta iniciativa de discusión, otros que me conocen ahora y que quizá me ven como un outsider -con toda justificación, si se quiere-, y otros que me conocen de ahora, que han entendido la propuesta, que la propuesta no es mía o para mí, que tienen algo que decir al respecto, pero que puede ser que la estén viendo, sospechosamente, como un ejercicio más de meritocracia. Y saben qué: creo que estos últimos pueden estar teniendo la mayor razón de todos.
Un país donde los jóvenes no discuten las políticas de su cultura, ya lo sabemos, es un país con prácticas culturales perniciosas. Porque lo primero que ocurre es que otros -por ejemplo el establishment, o la casta política hegemónica- dan la discusión por estos jóvenes, que, a pesar de estar en el centro mismo de su nueva producción, impulsándola, no pueden menos que escribir y pensar el país que pueden, no el país que quieren.
Pero un país donde los jóvenes que discuten las políticas de su cultura son los meritócratas es peor que un país donde los jóvenes directamente no discuten. Los jóvenes meritócratas son como castas políticas chiquitas, microestablishments muy chiquitos, que están esperando su turno para ser los mismos adultos que hoy fusilarían con sus AKAs de papel, si pudiesen. Esto no da posibilidad a ruptura alguna. Aquí no se rompe nada. Aparece, sí, la tensión generacional, que es como el caramelo de una ruptura, pero no una ruptura misma.
Con meritocracia, y para que podamos discutir con los otros compañeros, ojalá que se sumen, me refiero principalmente a cuatro características: ser joven, ser escritor, ser nica/estar en Nicaragua, y haber-ganado-premios no son méritos. Culturalmente, en el fondo, a nadie le interesa que uno sea joven, que uno sea nica, que uno sea escritor, y que uno haya ganados premios de diversa índole. Incluso, si lo pensamos, hasta la misma promoción de premios narrativos en Nicaragua -donde la narrativa es escasa-, es decir, la burocratización del instituto de la narrativa [porque eso es un maldito premio: el crimen de un burócrata cultural], es casi una actitud delictiva contra el país, que además de enlentecer el crecimiento de los escritores [porque no podemos negar la carga simbólica que tiene "haber ganado premios"], nos provee de una refrescante política de reproducción de castas, clanes culturales, amigocracias, casi que mareros literarios, y demás vicios del sistema. Y yo creo que para esos vicios ya tenemos esa gran herramienta que se llama mercado, mercado cultural, como para que encima estemos reforzándola, con burócratas y meritócratas.
En estos dos días, he podido leer cuatro narraciones acerca del proceso "generacional" [casi exclusivamente centrado en poesía], que me aportaron gentilmente -algunas- estos escritores: una de Roberto Carlos Pérez(1), otra de Carlos M-Castro(2), otra de Rizomar Guillén [esta narración me la aportó Ulises Juárez, a través del fucking facebook], y una última de Eunice Shade, que ella publicó en su página, al cual accedí a través del blog de Leonel Delgado Aburto. Unas difieren de otras en aspectos que me parecen sustanciales, y que creo que sería fundamental que fuesen expuestas por sus autores.
Pero también comparten rasgos muy fuertes que, sumados al aporte de Luis Báez en este mismo blog, me incentivaron a estas ideas:
i) las cuatro narraciones tratan fundamentalmente de poesía: bien, es excelente. De todos modos, yo quería discutir la cuestión desde la narrativa joven, yo no soy poeta, no sé de poesía. Yo pregunto: la mayoría de los narradores aquí, ¿escribe también poesía? ¿Los narradores piensan que establecer dos aguas, dos vertientes, una para la poesía y otra para la narrativa, es algo superfluo e inútil, que como en última instancia ambas tradiciones se van a comunicar entre sí entonces etcétera? La respuesta a la pregunta anterior parecerá segura, y su resultado trivial [sería "Sí, es superfluo, juntemos todos en todo"], pero si la cosa es así, entonces una segunda pregunta, muy incómoda se presenta: ¿no hay futuro narrativo en Nicaragua? La narrativa, para aspirar a tener una mayoría de edad entre los jóvenes, ¿además de luchar contra el establishment, va a tener que luchar para no ser tragada por la poesía? Quizá la discusión es fatua, porque no hay muchos narradores jóvenes, como para armar un cuadro de béisbol inglés, no lo sé. Como lo atestiguan las antologías, los choques grupales, las denuncias cruzadas entre escritores y las rencillas intestinas, sí que los hay. Sí que los hay. Bueno, ¿dónde están? ¿Qué están esperando para discutir? ¿O debemos reducir todo a nuestros textos, al estilo "Leamos y que cada quien saque sus conclusiones"?
No les planteo que platiquemos las cosas en términos de novenas de béisbol, por supuesto, pero tampoco me gustaría discutirlas en términos de "We-are-the-world-We-are-the- children", porque, en última instancia, la narrativa y la poesía no son lo mismo. Actuar como que si lo fuesen, sólo porque somos pocos, y al fin y al cabo los mismos que escriben poesía son los mismos que van a escribir narrativa, bueno, no sé qué hay al final de ese camino.
ii) las cuatro narraciones tratan fundamentalmente el pasado, lo hecho: en este sentido, son fieles a su término: narraciones. Atienden especialmente a la década del 2000, y enfáticamente a la poesía. Pero aquí yo quiero plantearles algo: aun si vos naciste en los años 70's, apenas contarías con unos 40 años. La enorme - enorme- mayoría del resto, si llega a los 30 años, es ya todo un avance. Lo que digo es: ninguna de estar personas está literariamente madura, algunos -como Guillermo Obando [1994]- apenas, apenas, están forjando el crisol de su propia voz, menos están para discutir lo que se ha hecho. O sea: que lo generacional no son galones en las hombreras [a menos, claro, que vos seas un meritócrata]. Pero sí están culturalmente maduros para discutir, plantear, en sus textos, en sus charlas, o en lo que fuere, el contexto en que van a aparecer sus textos. ¿Qué principios, más que literarios, culturales, insoslayables manejan? ¿O no tienen principios? ¿Quizá su principio es su ego, engordar su ego, quizá su ley es el solipsismo? ¿Esto es así? Estos narradores, ¿son gente que lee los hombres a su alrededor como lee el periódico? ¿O son escritores que no pueden leer el periódico sin pensar que esa cuarta de papel es un hombre entero? Como bien lo expuso Javier González Blandino, en #Los2000: todos nosotros apenas tenemos un libro publicado, más textos esparcidos por allí, pirateados, ".pdfeados", verdaderos demos musicales que con suerte le regamos a nuestro clan, a nuestras amistades con derecho. No hay ninguna obra gruesa todavía, ninguna obra cumbre. O si la hay, la desconozco. Y por lo que dicen estas narraciones, no la hay. ¿Mostramos la obra chica como si fuese una obra gruesa? ¿Nos gustaría, tajantemente, ya tener lista una obra gruesa que mostrar? ¿Es nuestra literatura el apéndice, la vesícula biliar de nuestro ego? ¿O es nuestra literatura el hígado de nuestra política?
iii) las cuatro narraciones tratan fundamentalmente de los mismos personajes: son narraciones muy coincidentes [la figura central, es, sin lugar a dudas, Francisco Ruiz Udiel {1977-2011}], como es natural, ya que provienen de sus protagonistas. Pero también de sus protagonistas viene una de las críticas más contundentes: dice Ruiz Udiel, acerca de los poetas:
"También insistimos en la negación del diálogo, en la falta de coraje para enfrentar el trauma del fracaso histórico y en no asumir nuestro tiempo como la realidad que podemos transgedir. Sin duda, la falta de fe corroe el corazón de los poetas".
Esto lo escribió Ruiz Udiel en el 2010, en su artículo "Joven poesía nicaragüense", acerca de la poesía. Y luego añade algo que me hace comprender por qué casi nadie ha escrito nada todavía en este blog, aparte de Luis Báez:
"Es más seguro creer en la desesperanza -porque del tedio inexorablemente salva- que enfrentarse a la visión cambiante de nuestra sociedad. El resultado es una caída al vacío, pues hacia adelante no hay visión, y hacia el pasado existe una negación radical. Nuestra generación, treinta y un años después del triunfo de una revolución, permanece en el limbo. En nuestra generación los poetas sólo escuchamos aquello que nos conviene escuchar, nos adentramos en nuestra ruina porque en el exterior el vacío y la "determinación de la desesperanza" nos agigantan, y la única forma de recuperar la unión, no encontrada en la sociedad (debido a su fragmentación), es tansitar por el vacío mismo. Sin cuestionar dicho vacío, y adaptándonos, de forma fatalista, nos entregamos al mundo de la "civilización del espectáculo", esa descripción acertada que ha hecho Mario Vargas Llosa sobre nuestra sociedad actual. El poeta de hoy se mimetiza, se adapta, no transforma."(3)
Y quizá aquí es donde esté el vínculo de separación entre los poetas y los narradores. Porque si los narradores se encarecen con el país, más que con sus ombligos, definitivamente que estarían apartándose de la lacónica sentencia que Ruiz Udiel -él mismo un poeta importante de la década del 2000- apoya sobre los poetas.
iv) las cuatro narraciones no dicen nada en absoluto de lo que ocurre en todo el país: o sea, lo que yo debo concluir de estos relatos son tres cosas: que en ningún lugar de Nicaragua, con excepción de algunos cuchitriles de Managua, existe gente que haya nacido de 1980 para acá que escriba algo [de lo contrario estaría presente en estas narraciones], segundo, que Ruiz Udiel tenía más razón de la que le era posible ver: porque estas cuatro narraciones parecen cerradas sobre sí,(4) cohabitan unas con otras, se comunican limpiamente, estas narraciones no transforman; y tercero, como expone Leonel Delgado en este tremendo poema: "Generación: vicios del ensimismamiento / Pasillo y desnivel, humedad del que rota / [...] los hombres que luchan por su esclavitud como si se tratase / de su libertad / Generación: arquitectura del capado / [...]". Más claro que este poema, echarle agua.
Gracias a la plática que tenemos en este blog, y que les repito, espero que nutran lo más posible, porque no es "mío", he entrado en contacto, por ejemplo, con escritores nicas de mi edad [nací en 1980] o menores, en el exterior, y en otras ciudades, como León. Además de eso, sé de una revista literaria en El Rama. Obviamente, ¿qué fue lo que ocurrió?: hay muchas personas que tienen algo para decir, impugnar la teorización "generacional" -casi un truco trivial a estas alturas-, criticar el macrocefalismo de los que sólo se ven el ombligo, o cuestionar (Shade) las perniciosas políticas culturales del establishment. ¿Toda esta gente joven se está reuniendo? ¿Están peleados? ¿Tienen bandos, como tienen novenas en el Germán Pomares? ¿Cuáles son sus armas culturales más importantes: sus blogs, sus rondas de guaro, sus publicaciones, su intimidad, sus amistades con derecho, la micronación que llevan y que piensan narrar de aquí hasta que se mueran?
Yo sigo pensando en la narrativa, no en la poesía. Porque creo que para la narrativa le es más difícil escapar del mundo, le es más difícil disgregarse, ignorar lo Indecible [la operación ideológica, el lenguaje como arsenal de dominación, el truco de consuma-cultura como forma de "experimentar/pertenecer/transformar el mundo" cuando en realidad únicamente estamos repitiendo el ciclo mercantil del objeto cultural] -aunque hay algunas personas muy buenas en eso-. Además, como pienso en otro escrito, al escritor le es más difícil escapar de los hombres que el poeta. Al escritor lo podés cazar desde una loma, y le podés tirar con una tanqueta, incendiarle el rancho. Al poeta lo tenés que ir a buscar con un sniper, es escurridizo.
Me gustaría escuchar las críticas de los otros narradores.(5)
(1) Revista "El Hilo Azul", no. 3, 2011.
(2) Leída en El Salvador, 2011.
(3) Esta sentencia, y hablando desde lo personal, si recayese sobre mí, sería realmente lapidaria. Y si mis viejos la viesen recaer sobre mí, sería depresiva: ellos me entregan un país que gastó su cartucho, roído por el neoliberalismo, y yo me conformo con no transformarlo. Y si mi hij@ le viese recaer sobre mí [una hipotética tercera situación generacional], sería simplemente triste: recibí un cartucho usado, y me limité a traspasárselo, como diciendo "Tomá, a ver vos si hacés algo". Pero bueno, bien, no seamos demagogos: ni en poesía ni en narrativa nos preocupa el padre o el hijo. Sólo nos preocupan dos cosas: el presente, y, los más ambiciosos, la posteridad.
(4) No puedo ponerme a polemizar con la narración de Eunice Shade, primero porque no soy poeta, y segundo porque no estoy en Nicaragua como para absorber la realidad que ella absorbe [aunque, como dije, no considero que "estar-en-Nicaragua" sea una especie de mérito o medalla literaria imprescindible que debe ostentarse para poder platicar aquí. Como digo, no puedo polemizar, pero sí encuentro esta narración bastante peculiar: primero que de entrada con el título "Algunos puntos sobre las íes" ya se nos da una lección y se nos pone en nuestro lugar; segundo, realiza un bombardeo al establishment absolutamente refrescante, específicamente sobre las políticas culturales, y yo me animaría a decir que me encantaría saber más, a través de ella, de todo lo que ocurre, sin pelos en la lengua; pero por otro lado, y confirmando a Ruiz Udiel, realiza una desastrosa e infantil entelequia de la "Creación", casi pidiendo que respetemos la "Creación" de los poetas sólo por la "Creación" misma, lo que sea que eso sea. Como si la "Creación" fuese una especie de crisol en el aire, prístino, sagrado e inviolable, y no un lugar donde se dan a diario, verdaderas guerras culturales. Estas guerras culturales no están para bromas y "Creaciones", y el proceso de estos conflictos culturales se comunican directamente con la forma como los estamentos de la sociedad reproducen, en su propio imaginario, las relaciones de dominación. Pedir que se respete la "Creación" es como pedirle a un bolche que "no haya clases".
(5) Por ejemplo, ese protagonista ineludible: ¿dónde está el kitsch nicaragüense? ¿O es que Nicaragua es una especie de paraíso privilegiado, inmune al kitsch? Discutir sobre esto.
(5) Por ejemplo, ese protagonista ineludible: ¿dónde está el kitsch nicaragüense? ¿O es que Nicaragua es una especie de paraíso privilegiado, inmune al kitsch? Discutir sobre esto.
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