Discusiones centrales

.- ¿Existe una generación de escritores nicaragüenses emergente? /
.- Relación de estos nuevos escritores con el establishment literario nicaragüense /
.- Literatura nicaragüense en el exilio, y cómo esto se relaciona con el país como narración nacional /
.- Literatura como actividad política. ¿Cómo la percibimos dentro y fuera del país? /

martes, 17 de julio de 2012

Escribir la nicaraguanía en el exilio [2]


Cuando mencionaba en [1], al pensar la "nicaraguanía" en relación con lo que estamos haciendo (escribir), a las claves culturales de origen de los textos, me refería, claro, a las claves culturales que moldean al escritor nicaragüense, exiliado o no, a la hora de estar produciendo esa narración, ese texto "nicaragüense", miembro potencial de las antologías de narrativa nicaragüense, y molesto outsider del resto de las narrativas nacionalistas.

Sería esencial que los compañeros aportasen aquí productos críticos, reflexiones, testimonios críticos acerca de sus propias condiciones culturales, no para "explicar" sus textos, obviamente, eso es una tontería,  pero sí para establecer firmemente las ideas que le pertenecen a él ahora. Y esto en el plano racional. Pero, más importante aún, y ya que se va a trabajar mucho con intuiciones, establecer estas claves culturales nos pueden aportar el horizonte de su intuición. Porque sí: olvidémonos por ahora de la cuestión de "figurar" o de "destacar", aquel que quiera ser una vedettonga literaria lo será en cualquier lado, por cualquier modo, y ante cualquier público. Mejor pensemos que al exponer las materias culturales que nos nutren podemos reflexionar acerca de los posibles productos.

Y sería esencial de parte de los compañeros escritores porque hay algo que parece transpirar, permear por todas partes, levantarse como un hedor: los deberes no están hechos. Venimos aquí, leemos a Bolaño, al boom o a alguien, y en nuestros inicios queremos escribir como ése que hemos leído. Pero nos encontramos con que el país no está narrado. Ése era el deber, colegial, que nos transmitiría la generación anterior. Pero el país no está, no se comporta. Es como el novio cagón que esperan en la iglesia pero se arrepiente a último momento. Todo el mundo dice: ¿dónde está el país-narrado? Ya vendrá, ya viene, ya no vino.

Acá quiero hacer hincapié en un importante hecho, para mí importantísimo, porque es uno de los rasgos críticos de mis propias claves culturales. Y es el siguiente: sé que la narración (textos-de-él-mismo-acerca-de-sí-mismo) de cierto país llamado Nicaragua existe,(1) pero yo no la recibí como herencia cultural en ningún momento, por lo tanto no está, no es, su función cultural durante la década de los noventa, que es cuando yo forjé mi identidad como nicaragüense, era nula, simplemente era como que si no existiese. Esta fractura, entre el país-narrado y el país-inexistente no es más que una operación culturalmente imperial,(2) y es lo que yo me vengo a encontrar cuando de pronto yo, ahora, decido narrar. Es ahora que se ve, que se suda, que hiede, ahora que nos vemos en el espejo, que decidimos narrar, es decir, ser políticos.

Y ahora, que estoy en el exilio, ya no puedo "recibirla", este país-narrado, esta nicaraguanía. No puedo recibirla. Leo estos libros que he mencionado, pero no la recibo sólo por leerlos, porque la nicaraguanía no la podés leer en un libro. Para eso está el Rigoberto, el Huembes, los distintos tipos de "oes", es decir, cosas que no son narraciones, o que lo son, pero no están narradas por libros, no las hereda el alfabeto impreso.

Y ¡ojo! No pensar que esto "es algo que pasó", como quien dice "Oh, bueno, es una lástima que no nos dieron Lizandro Chávez Alfaro en los liceos, hasta por las orejas, qué se le puede hacer". Esta separación entre la existencia de los textos y la función de los textos no está en el pasado, ni apunta hacia atrás. No es "sólo" porque tenemos un analfabetismo de dos dígitos. Porque perfectamente el mismo procedimiento cultural de dominación puede estar ocurriendo ahorita mismo, con nosotros mismos, entre nosotros mismos: mis textos, o los de Roberto Carlos, o los de Jaentschke, o los de quienes inclusive no mencionamos aquí [otros escritores, como Johann Bonilla, u otros legítimos estrategas de la cultura toda], todos esos textos podrán existir, pero si ni entre nosotros mismos funcionan... Así que la embestida generacional no es sólo para hacer un deber colegial suspendido, interrumpido, pospuesto, sino para no faltar nosotros a la misma clase hoy.

¿Ustedes piensan que alguna vez vi en Nicaragua un libro de Adolfo Calero-Orozco, como Cuentos nicaragüenses? ¿O que Lizandro Chávez Alfaro era un bestsell?(3) No. Yo sé declamar de corrido "Los motivos del lobo", sé que los Dantos perdieron la final con los Leones después de ir arriba tres juegos a cero, y sé Canción de amor para los hombres. O sea,  instituciones.

¿Quiénes no hicieron los deberes? ¿Los escritores pasados? Bueno, según lo atestiguan algunos textos, sí los hicieron, ya que existen, aunque no funcionen. No me malinterpreten, no venimos al gimnasio a repartir culpas, como quien le abanica a un strike. Sino que intento pararme desde mi lugar, parcialísimo y limitado, e identificar las malditas claves culturales que compartimos o que dejamos de compartir. ¿Para qué servirá esto? 

Creo que responder esta pregunta, explícitamente, y de la forma más contundente, ruidosa y política posible, podría/debería -debería- ser uno de los objetivos de esta Generación, si es que la hay, o la va a haber. 

En resumen: i) ¿el país está narrado?: si los escritores encuentran que no, narrarlo. Porque es casi una actitud delictiva no narrar el país. ¿Cómo narrarlo? Bueno, naturalmente que ésta es una pregunta de estética, no de política.

ii) ¿el país está narrado?: sí, pero encontramos que esta narración no funciona, entonces hacerla funcionar. Esto implica un problema importante para el escritor. Implica que se convierta en un militante. Esto es política. Política cultural, política literaria. No es actante fijo, no es focalización cero, narración no-lineal, monólogo interior. Esto no es narratología. Utiliza herramientas de narratología, como los músicos utilizan el pentagrama y los barítonos la respiración, el estómago. Pero no mezclemos los lópez.

iii) por último, ¿el país está narrado?: sí, y esta narración funciona perfectamente. Entonces usted no es nicaragüense.


Luis Topogenario
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Notas:

(1) Tengo a la vista cuatro libros, por poner un ejemplo, que me lo atestiguan: i) Cuentistas de Nicaragua, [1984] selección de Jorge Eduardo Arellano, con los siguientes autores, separado por "secciones":

/// Narradores costumbristas: Gustavo Adolfo Prado, Anselmo Fletes Bolaños.
/// Rubén Darío (sí, es una sección): obviamente, Rubén Darío
/// Fundadores: Carlos A. Bravo, Manuel Antonio Zepeda, Manolo Cuadra, Adolfo Calero Orozco.
/// Principales cultivadores hasta los años cincuenta: Hernán Robleto, Juan Felipe Toruño, Mariano Fiallos Gil, Fernando Centeno Zapata, María Teresa Sánchez (la única mujer de todo el maldito libro), Emilio Quintana.
/// Cuentistas de los años sesenta: Lizandro Chávez Alfaro, Fernando Silva, Juan Aburto, Mario Cajina Vega, Sergio Ramírez, Fernando Gordillo.
/// Cuentistas de los años setenta: Carlos Alemán Ocampo, Jorge Eduardo Arellano, Horacio Peña, Mario Santos, Pedro Joaquín Chamorro C..

ii) Cuentos nicaragüenses, de Adolfo Calero-Orozco (sic); iii) Panorama del cuento nicaragüense, con los siguientes: Adolfo Calero Orozco, Mariano Fiallos Gil, Manolo Cuadra, Pablo A. Cuadra, Joaquín Pasos, Juan Aburto, Fernando Centeno Zapata, Ernesto Cardenal, Lizandro Chaves (sic) y Sergio Ramírez. Y iv) Cuentos nicas, con una mezcla de todos los anteriores.

[[[Absolutamente todos estos libros los encontré y los leí en el extranjero. Les contaré todavía una más: recién en el 2004 vine a ver un ejemplar de Mamita Yunai, del costarricense Carlos Luis Fallas. Este libro, ¿no podría ser "nicaragüense"? Tenemos la United Fruit. Tenemos hombres, destripados como gorgojos molestos, hasta quedar como meros chingastes de fertilizante para bananos y maduros. Saquemos Puerto Limón y pongamos Puerto Cabezas. Saquemos la sierra costarricense y pongamos la cordillera de Yolaina. Saquemos ideay, y pongamos idiay.]]]

(2) Con "imperial" me refiero, claro está, a patentes relaciones de dominio cultural ejercidas por una población sobre otra. No me refiero a "Estados Unidos", no me refiero a las mónadas. Porque también en Nicaragua tenemos patentes relaciones de dominio cultural. Es más, es desde allí que se ejercen, no desde un estudio en California o de una empresa de marketing japonesa. A lo que voy es: si en Nicaragua tenemos una sociedad al modelo de colonia cultural es, precisamente, porque tenemos imperialistas autóctonos, absolutamente chapioyos. El imperio, como la liberación, no se pueden ejercer desde lejos. Tenés que estar adentro. Así que ni modo, yanquis, y mona(da)s parecidas: tienen que estar adentro.

(3) Acá me surge una potencial interrogante, y es la siguiente: si el boom latinoamericano significó establecer América Latina en el panorama de las letras mundiales, pero al mismo tiempo ejerció efectos culturamente imperiales sobre aquellas sociedades nacionales que no podían producir sus propias narrativas, fuertes y funcionales, paralelas a este fenómeno, entonces aquí puede haber una especie de efecto iatrogénico sobre un hipotético "nosotros-nicaragüenses". Claro, claro, América Latina no es en realidad muchos-países-distintos, es decir, América Latina no es los Balcanes, la URSS o el Sudán, sino más bien "juntémonos-las-manos-y-cantemos-todos-Canción-con-todos". Pero igual: si esta relación de dominio de carácter imperial existió, no es de solventar así nomás.

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