La inmediatez histórica -estar aquí y ahora- suele crear tremendismo crítico, y por eso es difícil ser mesurado, realmente difícil, porque no hay pasado, ese gran instrumento crítico, para este ahora. Estamos en el presente, no nos destetamos de él. Escribimos más bien sobre la marcha, con lo justo, sacando la materia del periódico, de la visita a la pulpería, o porque te dejó tu jaña con un simple "Adiós. Chepa". O sea, olvidémonos, pues, como nuevos escritores emergentes, de la gran maniobra histórica revisionista, como sea que la gente hoy hace maniobras como hace videos de YouTube.
Y a la hora de lanzar nuestra crítica, de trabajar nuestra crítica en los textos, somos tímidos, o al contrario, nos pasamos al terrorismo, y en vez de una magistral cirugía mayor, uno suele asistir a la carnicería de un patólogo, al discurso de un tecnócrata angustiado.(1)
Pero más allá de esta inmediatez y este tremendismo, de esta desmesura, más allá de la ceguera natural de todo nacer, la existencia de la supuesta "Generación", si es que la va a haber, marcaría, por sí misma, un diagnóstico. Un diagnóstico... poco halagador para el establishment que recibe a esta Generación, que la ve levantarse, literalmente, frente a sus ojos, hervir y rebalsar la olla que el establishment le había preparado, torpemente, quizá como diciéndole "Sentáte aquí, pipe, crecé aquí, y eso sí: miráme, veme, tenéme presente en tus Purísimas".
Y es un diagnóstico que reza: "Hermano establishment, tu proyecto narrativo está concluido". Una Generación, por lo menos, dice eso. Como mínimo tiene que levantarse del pupitre y decir eso.
Aquí me parece que ocurre un rasgo clave, en cuanto a lo generacional: en la ruptura generacional, como su rompimiento de fondo no es estético, sino político, se rompen los proyectos administrativos de la culpa. La Generación no participa del proyecto narrativo -aunque los Intérpretes, también embebidos en el presente, sí-, ella dice "Hermano establishment, esto está concluido, vencido". El cálculo que hacen los generacionales cuando emergen es: "No administremos la culpa, hermano, la culpa la tenés vos, esta generación no puede tener la culpa, porque todavía no tiene el poder cultural para ejercer, con su literatura, política".
Y cuando hablo de "culpa" acá, no lo hago en el sentido de culpa católica, como diciendo "sos un bebeguaro, sos un mal feligrés, un hereje, te quemaremos". No. O sea, no es una culpa por ser-algo, sino una culpa por algo-no-hecho, algo así como una culpa gerencial-CEO-japonesa, donde se dice "Esto no está hecho. Bueno, arreglémoslo". Es decir, no la pienso como una culpa condenatoria, aunque tampoco la pienso redentora, como diciendo "Ok, tenés la culpa, no hay falla, no pasa nada". No, tampoco. Es una culpa histórica. Aunque seamos unos timidones o unos terroristas, podemos decir que la culpa del hermano establishment es una culpa histórica.
¿Esto ocurre entre nosotros? ¿Alguien nos está transmitiendo ese proyecto administrativo, esa culpabilidad? ¿Y la aceptamos gustosos, o la rechazamos como un jarabe para la tos? Eso que está sonando, ¿es la misa de novenario por el proyecto narrativo del hermano establishment? ¿El nuevo escritor nica, ustedes -un hipotético "nosotros"- es mesurado, es un experto en diplomática, distribuye sus angustias políticas y culturales hábilmente en su cronograma semanal? ¿O es un terrorista urbano? ¿El nuevo escritor nica es un nacionalista, o un patriastra? Como anota muy bien Luis Báez en esta misma palestra,(2) quien tiene la palabra impone su memoria. Si no tenés palabra, tu memoria es prestada.
Es decir, arremanguémonos los brazos para trabajar, sentémonos a platicar y preguntémonos, face-to-face: ¿El nuevo escritor nica es un personaje de las élites, habla a las élites, quiere permanecer en las élites y satisfacerlas libidinalmente? ¿O quiere directamente bombardearlas, tomar toda esta extranjerización cultural y ametrallarla? ¿Y el nuevo escritor nica quiere ser reconocido como par de las élites de las otras literaturas, latinoamericanas y mundiales? ¿O basta que doña Chepa lea nuestros cuentos, se emocione, llore, con la muerte de Amadís de Gaula? Ya lo anota Alejo Carpentier, con mejores palabras que éstas: los escritores que deseen divertir van a tener problemas graves con los que deseen bombardear la fiesta.
Ya sé, ya lo sé: ninguno de nosotros -por suerte, por suerte- ha entrado en la madurez literaria. Como mencionó Javier González Blandino en su charla de #Los2000: ¿cuál es el apuro, la urgencia, la marketineada por la marca registrada "generación-tanto"? ¿Hay que salir a vendérsela a alguien, a los otros países? Hermano establishment, ¿ya hay un stand esperándonos? Porque si es así, nos hubiesen avisado. ¿Hay que competir? ¿Tenemos baja de competitividad literaria, mala cotización en la Bolsa de Penguin o Random House Mondadori? ¿El hermano establishment siente angustia porque ve que el país no tiene qué mostrar en las reuniones de hermanos? Quizá la razón de la marketineada es el síntoma, el rasgo hiperposmoderno de una sola cosa: tenemos adicción a las franquicias.
Pero por otro lado, y olvidémonos aquí por un momento de lo de Generación: si el proyecto narrativo del hermano establishment está concluido, el nuevo proyecto narrativo tampoco puede estarse esperando a sí mismo eternamente, durante décadas y décadas. La cuestión es igual de grave: un proyecto cultural vencido, fofo, inoperante, es igual de tóxico para el país que uno ausente: son incapaces de generar presente, de producir identidad, de hacer más críticos y menos narcos. Para que la gente no te apuñale sólo porque "la viste mal", tenés que subjetivarla primero, hallártela en el salón de clase, o no sé, en algún lado donde lo importante no sea el gorileo, la pose, la franquicia. Y eso es también literatura, narración, política cultural. Olvidémonos de lo de Generación, de sus fetiches: esto es literatura pura.
¿O es que los nuevos escritores sienten -como se siente un jonrón en el Rigoberto,(3) una isleta, la risa de un bolo- identidad con el proyecto narrativo del establishment? Creo que esto no puede funcionar en base a sobreentendidos, a name-callings, o a "bravuconadas por facebook" [otro excelente hallazgo de González Blandino en su charla]. Esto tenés que pensarlo y discutirlo, como discutís la risa de un bolo, la legalidad de un jonrón, el gobierno de una isleta.
-------------------------------------------------------------
(1) ¿Cuya ciencia es cuál? La cultura, la maldita cultura.
(2) Espero poder retomar y engarzar este diálogo con Luis Báez. Creo que su crítica fue directo al grano en cuanto a la actividad que como escritores estamos desarrollando.
(3) Ya sé que ese estadio ya no se llama así, pero qué hizo Dennis: tiró un juego perfecto, bebió guaro, hizo unos millones. Y qué hizo Rigoberto López Pérez: mató al dictador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario