Otra cosa que estuve pensando, y que quería compartir y discutir con ustedes, a ver cómo resulta la plática, es que la cuestión de la "generación" no puede ser aceptada sin eludir la relación de la misma con el establishment literario nicaragüense. [otra vez lo voy a encuadrar desde una visión de política literaria, política cultural, y no desde lo meramente estético]
Y es que si el establishment literario nicaragüense aplaude o celebra el advenimiento de una "nueva generación", uno puede estar seguro de que allí no hay una nueva generación. Porque una nueva generación, ya sabemos, viene a romper con las estructuras de poder cultural del establishment, que se traducen en productos literarios: libros, publicaciones, charlas, conferencias, presencia en el imaginario social, influencia en los mass media. No viene a "recibirlas", campeonamente, como se recibe un diploma de bachillerato. Las generaciones no están para bromas, todo les viene en prenda.
Entonces para el establishment aplaudir o celebrar la llegada de eso es como para los franceses batirle palmas y tirarle besos a los conquistadores prusianos.
Ahora bien, si lo que el establishment aplaude y celebra es la aparición de una nueva camada de intérpretes, de la misma estructura de poder, bien, entonces a eso llamémosle nuevos intérpretes.
Yo estoy seguro de que si veo venir a alguien que de verdad me va a volver inmediatamente obsoleto, bueno, creo que mi primera reacción no sería aplaudirlo. Ahora, si veo venir a alguien que me va a repetir -un "yo" o un "nosotros" mejorado, si se quiere-, es decir, me va a reforzar, creo que yo sería más proclive a congeniar. Simbólicamente, voy a poder conversar con esos tipos. Ahora bien: turbia podría ser la conversación con un producto literario peligrosamente critico para mí.
La pregunta es: ¿se puede estar en el establishment y producir productos literarios peligrosamente críticos? A primera vista parece que la rotunda respuesta es no, porque de lo contrario la posición de equilibrio en el ejercicio de las políticas de cultura peligraría. No se puede estar bien con Obama y con Marx. No se puede estar bien con Sergio Ramírez y con Samuel Beckett.
Obviamente la cosa es mucho más compleja que esta exposición maniquea, ya lo sé. La presento así a propósito porque estuve pensando una cosa que quizá ustedes ya la pensaron: ése es, precisamente, si existe, el rasgo generacional. Exactamente eso. Se es maniqueo, casi rigiosamente, si se me permite el coloquialismo nica. Lo único que podés ser, si sos una generación, es una generación maniquea. Tu actividad literaria (otra vez, me refiero como generación) no viene a ganar amigos ni a convencer lectores, o a administrar los créditos. Vos venís a erradicar lecturas.
Esto no quiere decir que los generacionales tengan licencia para ser rigiosos, maniqueos, a cualquier costa. Allí, a ese nivel, sí que no se puede ser maniqueo. Porque puede ser que la radicalidad del esfuerzo literario generacional logre conseguir el objetivo (la renovación literaria y la superabundancia de productos críticos), pero su propia desmesura también puede destruirlo, volverlo efímero, consumirlo y dejarle una única opción: hacerse fetiche. Y una generación fetiche, una generación infantil, debe ser lo más pernicioso que puede tener un país, y más uno como Nicaragua, donde la narrativa ya de por sí no es un bien abundantísimo.
Si lo pienso así, mis dudas acerca de la nueva "generación" crecen.
Luis Topogenario
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